3 tesis sobre el 2 de octubre.

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José G. S. García.

1. ¿No se olvida?

Con aquel río de desheredados había para acabar con los dominadores; pero los pueblos son ríos mansos, muy mansos, demasiado mansos. Otra cosa sería si tuvieran la certeza de su fuerza y la certeza de sus derechos…

Ricardo Flores Magón, Regeneración, 1911.

A diferencia del “mayo francés”, se cree que el 68 mexicano sólo ocurrió en un día. Para la izquierda socialdemócrata y el martirologio histórico de México, que disfrutan de los héroes trágicos y los ángeles caídos como reivindicaciones de “lo que pudo ser”, el 68 representa un movimiento derrotado (momentáneamente); principio de un largo tránsito hacia la democracia.

Siguiendo a Walter Benjamin, pareciera que los mexicanos reconocemos nuestra fuerza en las derrotas, pero en este caso, el argumento cojea de un pie. Al Igual que la nueva peregrinación cada 26 por los 43, el asunto se convierte en mera numerología, o hasta en macabro carnaval (como la representación del día de muertos desde el ojo de Hollywood). Es trágico el suceso, innegablemente; pero ignoramos que en el fondo hay algo más que la caída. Con Ayotzinapa, la izquierda olvida la lucha real que hay todos los días por parte de los estudiantes normalistas y de los maestros de todo el país por sobrevivir a un modelo educativo que pretende convertir (aún más) a la escuela en una línea de producción post-fordista e hiper-especializada, aparentemente crítica pero sutilmente excluyente; lucha que no se resume en plantones ni bloqueos. En el caso de Tlatelolco, casi nadie habla del movimiento como Acontecimiento (los meses previos a la masacre), un momento en el que los estudiantes se enfrentaron a un supremo padre autoritario, una auténtica crítica de la autoridad; ni de la discusión real por parte de los estudiantes acerca del devenir de la lucha. Una discusión si se quiere dogmática, pero real y no dentro de una democracia “sin adjetivos” y tolerante (“piensa lo que quieras, de cualquier forma a nadie le importa”). Y mucho menos se habla del proceso de castración que siguió a esta rebelión; pues el dos de octubre nos recuerda que “con papá-gobierno no se puede”… Y vaya que no se olvida la lección.

El discurso en torno a ambos sucesos encierra entonces una trampa: En el fondo decir “Fue el Estado” nos sirve para lavarnos las manos ante la tragedia. Claro que el Estado es represor, aquello casi suena a redundancia. La represión surge porque los parásitos necesitan legitimarse por la “razón” o por la “fuerza”. El fusil comienza donde acaba la pluma. La guerra es la continuación de la política por otros medios (y la política es la continuación de la guerra, según Foucault). Pero el Estado es un fantasma en el que creemos y al que mantenemos, pero sólo es un ejecutor. Tanto en Tlatelolco como en Iguala había otras múltiples causas, la principal de ellas: “La Inversión Privada”. Los Juegos Olímpicos y (presuntamente) el Narco. La paradoja radica en que ahora la izquierda juega a conservar el Estado benefactor y la derecha se asume revolucionaria (pretende transformarlo todo) y enemiga de ese mismo Ogro Filantrópico, aunque siga necesitando ese sistema para conservar sus privilegios. ¿Y nosotros? ¿Dónde está nuestra palabra? ¿Dónde nuestra mano dura? ¿No va siendo hora de cambiar de reglas?

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2. Príncipe y Paz

En el país de los ciegos, el tuerto es un burgués.

Roque Dalton, El intelectual y la sociedad.

Imagine usted una elección presidencial en la cual tuviera que votar por Homero Simpson o por Hall –de Malcolm el de en medio–. Tendría usted a quién culpar de sus problemas –y sin duda tendría razón (o no)– pero al quejarse podrían decirle “Ríe y disfruta la comedia, tú elegiste al bufón, ahora aguántate”… La pregunta es: ¿Realmente lo eligió?

Don Porfirio dijo que ya estábamos listos para la democracia y se soltó la Revolución. Antes y después del 68 hubo guerrilla y movimientos obreros en México. Junto a la “apertura democrática” de 1976 vino la “Guerra Sucia”… Cuando creímos que México al fin estaba listo para un cambio democrático “desde adentro” tras el fraude del 88 y el TLC; vino el EZLN y la masacre de Acteal. Pero entre el General Díaz, Los SeñoresPresidentes y Salinas (así, a secas) hubo un cambio: La figura presidencial perdió investidura; al grado tal que para 2018, la gran mayoría de los votantes estaban de acuerdo al afirmar que eran gobernados por un incompetente. Esto parece haber cambiado con la llegada de AMLO, aunque, siguiendo la paradoja arriba citada, muchos críticos del viejo régimen ahora justifican acciones que antes condenaban, y otros enarbolan banderas que en otro tiempo buscaban quemar y acusan al actual del «peor gobierno de la historia», omitiendo intencionalmente la historia más reciente. Pero de nuevo… ¿Servía de algo la obviedad? ¿Acaso no padecemos una especie de síndrome de Estocolmo por el cual justificamos a nuestros propios tiranos? ¿Importa de algo ser gobernados por Homero o por Hall cuando quienes toman las decisiones son otros, quienes no son electos “democráticamente”? Ahí es donde está el truco: El Ogro Filantrópico de Octavio Paz dio paso al Rey Feo del carnaval, ese que puede decidir lo que quiera por un día y todos le aplaudirán porque implícitamente saben que es una broma. Sólo que nosotros padecemos la misma comedia cada seis años.

Y hablando de Paz hay algo que llama la atención en 1968: Su renuncia/disponibilidad. ¿Sirve de algo saber que siguió gozando de los privilegios que le otorgó la investidura diplomática aun estando en desacuerdo con el gobierno de ese entonces? ¿No acaso ese es el modus operandi del intelectual al que le hizo justicia la revolución, quien aboga por la democracia a través de medios poco democráticos? ¿Qué acaso olvidamos que al paso de los años consideró que Salinas había traído la modernidad al país (cosa que en realidad sí hizo, con todos sus “daños colaterales”) y consideró a los zapatistas como una horda de revoltosos que no daban la cara?

Hay otros “profetas disidentes” que hicieron mucho más que Paz en 1968, y sin embargo, en el lenguaje palindrómico de los intelectuales, la renuncia de éste tuvo mayor peso porque alteró la visión que de nosotros tenían “las visitas”. ¿Y luego preguntamos por qué el EZLN hizo una “guerrilla mediática”? “Écrasez l’infâme!” A los (siempre) nuevos e incongruentes clérigos de la transitología.

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3. ¿Camino a la democracia?

Sobre la democracia, y concretamente sobre las milagrosas cualidades asignadas a los gobiernos electos por mayorías aritméticas de votantes que optan entre partidos enfrentados se vierten hoy más tonterías y disparates sin sentido en el discurso público occidental que sobre cualquier otra palabra o concepto político»

Eric Hobsbawm, Guerra y Paz en el siglo XXI.

Se dice que el 68 fue el inicio del largo camino hacia la democracia. Y volvemos a la historia de los partos dolorosos (“México surgió de la herida que dejó el choque de dos mundos”). Cronos-Estado devora a sus hijos. ¡Santo señor del Perogrullo! ¿Es eso posible? Pero hay una virgen que nos redimirá, liberándonos de la ira del padre autoritario. Sólo que, como toda virgen, es inalcanzable.

La democracia es un vaso vacío al que hay que llenar de significantes. Por ello hasta un acto sangriento puede ser un hecho histórico en este valle de lágrimas hacia Ella (así con mayúsculas para que se vea el respeto). No importa si muchos de los representantes del movimiento eran trostkistas, marxistas o anarquistas, lo importante es que aunque ellos no lo supieran, su sacrificio no fue en balde.

La democracia «[…] es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando», dijo Churchill y encendió un puro. Pero entonces… la democracia es por lo que no es (una tiranía). Quizá por eso entró en crisis justo después de su triunfo sobre el socialismo real. Por su justificación basada en una doble negación es la ideología perfecta, porque en apariencia no lo es –como el dinero es el fetiche perfecto–. Por ello al que diga que la democracia es imperfecta, se le acusaría de dictador. Pero es verdad: el gobierno no siempre representa al pueblo. Se me dirá que ahí está la democracia participativa (que al final exime al Estado de sus obligaciones). Pero si el Estado no puede garantizar los derechos humanos de sus ciudadanos, ¿para qué sirve? ¿Qué acaso no nos dimos cuenta de que la sociedad civil creció a la sombra del neoliberalismo? La mal llamada “crisis de representatividad” no era otra cosa que la crisis de la propia democracia… ¿Y cómo salimos de esta ratonera? Con más democracia.

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