Se indignan por llenar de diamantina
el traje del policía mayor.
«Esto no se le hace a la justicia»
Gritan, gimen, tras la «provocación»

¿Con tan poco están desconcertados?
¡Válgame, si no fue una violación!
Extrañan, añoran a ‘su jefazo’
Un patán que ahora es senador

«Andan buscando otro Tlatelolco»
Berrean los hijos de la ignominia
Si por unos cuantos cristales rotos
Exhiben, vilmente, su misoginia

Ya no tendrían bailes de que burlarse
Si ellas hicieran lo que Salander

El rollo aspiracional.

«El pueblo llano, cuando reza, pide lluvia, hijos sanos y un verano que no acabe jamás. No les importa que los grandes señores jueguen a su juego de tronos, mientras a ellos los dejen en paz. Pero nunca los dejan en paz.» George R. R. Martin, Juego de Tronos (Saga: Canción del hielo y fuego)

El pie de página de esta foto era: «cree en ti mismo», pero en esta frase hay una falencia:
En realidad el peón sigue siendo un peón con la diferencia de que ahora se cree rey, lo que lo hace pensar que ha elevado su ‘estatus’ y se puede mover a cualquier lado, aunque sólo haya «adquirido» (o haya creído adquirir) la capacidad para desplazarse hacia donde él quiera, principalmente hacia atrás. Los peones tienen el «defecto» de sólo moverse hacia delante, pues su función en el tablero es básicamente la de ser carne de cañón. En cambio el rey puede moverse en cualquier dirección para poder huir de los ataques del enemigo.
El problema es que en el proceso, si el peón sigue sintiéndose tal, podría «enfrentarse al otro», descubrir la función que en realidad tiene (o sea, tomar conciencia de clase), rebelarse contra el verdadero rey aliándose con el «enemigo», al darse cuenta de que es igual a él y juntos derrocar a ambos reyes (que los han obligado a enfrentarse entre sí con la creencia de que son distintos. Entiéndase: haciendo uso de aquello que llamamos «ideología»).
En cambio, si el peón se cree rey (aunque en realidad no lo sea… ¿quién realmente lo es? si como dice Zizek: «la diferencia entre un rey y un loco con corona es que los demás creen que el primero lo es») estará a la defensiva buscando huir del enfrentamiento con el otro, anulando así su proceso de «conciencia de clase» y pensando que los demás están ahí para servirle («todos son simples peones menos yo», pensará).
Así, el peón vivirá en una burbuja imaginaria que lo hará sentirse especial, distinto e incluso superior a los demás, creando así un sujeto reactivo en lugar de uno revolucionario.
Ése es el quid, la cuestión detrás de la idea inducida en nuestra sociedad a través del constante bombardeo ideológico del «amor propio». No es que el amor propio sea algo negativo, sino que en el fondo, la idea del amor propio inducida en el capitalismo (con sus «reyes» sin corona que ejercen el poder gracias a la acumulación capitalista a costa del trabajo de todos los «peones» proletarios) encubre la idea misma del capitalismo: «Ser «chingón» a costa de «chingarse» a los demás, o inclusive, a uno mismo». Esta última posibilidad (la de «chingarse» a uno mismo) queda manifiesta en la frase de una canción de Bad Bunny. En «Sólo de mí», el trapero dice: «Yo no soy tuyo ni de nadie, soy sólo de mí». Al parecer, la frase podría sonarnos emancipadora: ¿Quién en su sano juicio se considera propiedad de otro u otra? Lo revelador se encuentra en la oración que cierra el verso: Al ser «sólo de mí» no dejo de ser un objeto, sino que me convierto en mi propio objeto, ‘autocosificándome’. ¿No es ése el gran dilema del emprendimiento: Dejar de ser mano de obra de otro para empezar a ser mi propio patrón, sin dejar de ser explotado? ¿No es esta la situación del peón que, «creyendo en sí mismo» adquiere la capacidad (que en realidad siempre tuvo) de moverse en el sentido que él elija pero únicamente dentro de un espectro limitado (un paso a la vez)?

[Opinión]: La doble desaparición de los 43

José G. S. García

El decreto de AMLO acerca de la Comisión de la Verdad en el caso Ayotzinapa abre nuevas oportunidades para el esclarecimiento de este crimen, convirtiéndolo en un “asunto de Estado”

Cuando el pueblo de Macondo padece la fiebre del insomnio, lo que más les preocupa no es la falta de sueño, sino su síntoma más atroz: la pérdida de la memoria.

Así como en la novela de García Márquez, en nuestros vertiginosos días el olvido es una epidemia, con una diferencia sustancial: no hablamos de desinformación o de falta de memoria, sino de exceso de información e incapacidad para digerirla.

De tal modo, los grandes monopolios de las comunicaciones siguen decidiendo la agenda pública, ya no a través del silencio, sino del ruido.

Algo similar ocurre con los desaparecidos. Gracias a la incertidumbre se mantiene en estado de shock a los familiares de las víctimas, con infinidad de versiones acerca de su paradero y una verdad histórica totalmente insatisfactoria por cínica y contradictoria.

Entonces, al sobreexponer el caso Ayotzinapa ante la luz pública, el gobierno de EPN buscaba desgastar el interés de la sociedad en el tema para desecharlo poco después. La desaparición física de los estudiantes sería acompañada por su desaparición simbólica.

Sin embargo, en julio pasado una corte federal con sede en Tamaulipas dictaminó que la investigación del caso «no fue pronta, efectiva, independiente ni imparcial», ya que la propia ONU declaró que tenía «fuertes elementos de convicción» sobre la detención arbitraria y posterior tortura de los supuestos responsables de la desaparición.

Ante esto, no es extraño que el primer decreto presidencial de Andrés Manuel López Obrador gire en torno a la aclaración de este caso.

En su estudio del sistema político mexicano, Daniel Cosío Villegas afirmaba que cada presidente, al entrar en funciones, se legitimaba en el poder tomando distancia de su predecesor. Aquí, la medida adoptada por AMLO parece responder a esta necesidad de diferenciarse del gobierno de Peña Nieto, atendiendo el caso más polémico y mediático de su sexenio.

Sin embargo, esclarecer el caso de los 43 de Ayotzinapa no sólo es un acto de legitimación (¿Qué mayor reconocimiento necesita un gobierno elegido por una mayoría aplastante, en uno de los acontecimientos con mayor participación ciudadana en la historia de México?), es también la solicitud de un voto de confianza hacia aquellos que lo votaron. Como le dijo María Martínez Zeferino, madre de uno de los desparecidos de Ayotzinapa: «Gánese la confianza de todos los mexicanos. Ya no confiamos en nadie, pero tenemos un poco de esperanza en que usted sea más humano.”

El decreto busca entonces servir de ejemplo para poner al centro de la agenda pública las más de 30 mil heridas que sólo cerrarán el día que queden esclarecidas.

Con información de BBC y Proceso

#4T en HD

José G. S. García

Esta mañana desperté y al ir al baño descubrí que no había papel. Creí que ya éramos Venezuela y entré en pánico…
Afortunadamente recordé las lecciones de mi tío el derechairo que decía: “El cambio está en uno mismo”. Revisé la bolsa de mi pantalón y lo encontré: el cambio estaba ahí.
Estuve a punto de ir a la tienda antes de clonar a Peña pero sabía que ya era hora de expulsarlo, así que lo eché boca abajo.
Entonces encontré un ejemplar de El Universal y pude reconocer el valor de este maravilloso periódico: Su sección de opinión no es blanda, pero no te irrita, es más, ni se siente.
Al final, el diario estaba doblemente escatológico; aunque bueno, nada que no hubiera sido antes…

3 tesis sobre el 2 de octubre.

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José G. S. García.

1. ¿No se olvida?

Con aquel río de desheredados había para acabar con los dominadores; pero los pueblos son ríos mansos, muy mansos, demasiado mansos. Otra cosa sería si tuvieran la certeza de su fuerza y la certeza de sus derechos…

Ricardo Flores Magón, Regeneración, 1911.

A diferencia del “mayo francés”, se cree que el 68 mexicano sólo ocurrió en un día. Para la izquierda socialdemócrata y el martirologio histórico de México, que disfrutan de los héroes trágicos y los ángeles caídos como reivindicaciones de “lo que pudo ser”, el 68 representa un movimiento derrotado (momentáneamente); principio de un largo tránsito hacia la democracia.

Siguiendo a Walter Benjamin, pareciera que los mexicanos reconocemos nuestra fuerza en las derrotas, pero en este caso, el argumento cojea de un pie. Al Igual que la nueva peregrinación cada 26 por los 43, el asunto se convierte en mera numerología, o hasta en macabro carnaval (como la representación del día de muertos desde el ojo de Hollywood). Es trágico el suceso, innegablemente; pero ignoramos que en el fondo hay algo más que la caída. Con Ayotzinapa, la izquierda olvida la lucha real que hay todos los días por parte de los estudiantes normalistas y de los maestros de todo el país por sobrevivir a un modelo educativo que pretende convertir (aún más) a la escuela en una línea de producción post-fordista e hiper-especializada, aparentemente crítica pero sutilmente excluyente; lucha que no se resume en plantones ni bloqueos. En el caso de Tlatelolco, casi nadie habla del movimiento como Acontecimiento (los meses previos a la masacre), un momento en el que los estudiantes se enfrentaron a un supremo padre autoritario, una auténtica crítica de la autoridad; ni de la discusión real por parte de los estudiantes acerca del devenir de la lucha. Una discusión si se quiere dogmática, pero real y no dentro de una democracia “sin adjetivos” y tolerante (“piensa lo que quieras, de cualquier forma a nadie le importa”). Y mucho menos se habla del proceso de castración que siguió a esta rebelión; pues el dos de octubre nos recuerda que “con papá-gobierno no se puede”… Y vaya que no se olvida la lección.

El discurso en torno a ambos sucesos encierra entonces una trampa: En el fondo decir “Fue el Estado” nos sirve para lavarnos las manos ante la tragedia. Claro que el Estado es represor, aquello casi suena a redundancia. La represión surge porque los parásitos necesitan legitimarse por la “razón” o por la “fuerza”. El fusil comienza donde acaba la pluma. La guerra es la continuación de la política por otros medios (y la política es la continuación de la guerra, según Foucault). Pero el Estado es un fantasma en el que creemos y al que mantenemos, pero sólo es un ejecutor. Tanto en Tlatelolco como en Iguala había otras múltiples causas, la principal de ellas: “La Inversión Privada”. Los Juegos Olímpicos y (presuntamente) el Narco. La paradoja radica en que ahora la izquierda juega a conservar el Estado benefactor y la derecha se asume revolucionaria (pretende transformarlo todo) y enemiga de ese mismo Ogro Filantrópico, aunque siga necesitando ese sistema para conservar sus privilegios. ¿Y nosotros? ¿Dónde está nuestra palabra? ¿Dónde nuestra mano dura? ¿No va siendo hora de cambiar de reglas?

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2. Príncipe y Paz

En el país de los ciegos, el tuerto es un burgués.

Roque Dalton, El intelectual y la sociedad.

Imagine usted una elección presidencial en la cual tuviera que votar por Homero Simpson o por Hall –de Malcolm el de en medio–. Tendría usted a quién culpar de sus problemas –y sin duda tendría razón (o no)– pero al quejarse podrían decirle “Ríe y disfruta la comedia, tú elegiste al bufón, ahora aguántate”… La pregunta es: ¿Realmente lo eligió?

Don Porfirio dijo que ya estábamos listos para la democracia y se soltó la Revolución. Antes y después del 68 hubo guerrilla y movimientos obreros en México. Junto a la “apertura democrática” de 1976 vino la “Guerra Sucia”… Cuando creímos que México al fin estaba listo para un cambio democrático “desde adentro” tras el fraude del 88 y el TLC; vino el EZLN y la masacre de Acteal. Pero entre el General Díaz, Los SeñoresPresidentes y Salinas (así, a secas) hubo un cambio: La figura presidencial perdió investidura; al grado tal que para 2018, la gran mayoría de los votantes estaban de acuerdo al afirmar que eran gobernados por un incompetente. Esto parece haber cambiado con la llegada de AMLO, aunque, siguiendo la paradoja arriba citada, muchos críticos del viejo régimen ahora justifican acciones que antes condenaban, y otros enarbolan banderas que en otro tiempo buscaban quemar y acusan al actual del «peor gobierno de la historia», omitiendo intencionalmente la historia más reciente. Pero de nuevo… ¿Servía de algo la obviedad? ¿Acaso no padecemos una especie de síndrome de Estocolmo por el cual justificamos a nuestros propios tiranos? ¿Importa de algo ser gobernados por Homero o por Hall cuando quienes toman las decisiones son otros, quienes no son electos “democráticamente”? Ahí es donde está el truco: El Ogro Filantrópico de Octavio Paz dio paso al Rey Feo del carnaval, ese que puede decidir lo que quiera por un día y todos le aplaudirán porque implícitamente saben que es una broma. Sólo que nosotros padecemos la misma comedia cada seis años.

Y hablando de Paz hay algo que llama la atención en 1968: Su renuncia/disponibilidad. ¿Sirve de algo saber que siguió gozando de los privilegios que le otorgó la investidura diplomática aun estando en desacuerdo con el gobierno de ese entonces? ¿No acaso ese es el modus operandi del intelectual al que le hizo justicia la revolución, quien aboga por la democracia a través de medios poco democráticos? ¿Qué acaso olvidamos que al paso de los años consideró que Salinas había traído la modernidad al país (cosa que en realidad sí hizo, con todos sus “daños colaterales”) y consideró a los zapatistas como una horda de revoltosos que no daban la cara?

Hay otros “profetas disidentes” que hicieron mucho más que Paz en 1968, y sin embargo, en el lenguaje palindrómico de los intelectuales, la renuncia de éste tuvo mayor peso porque alteró la visión que de nosotros tenían “las visitas”. ¿Y luego preguntamos por qué el EZLN hizo una “guerrilla mediática”? “Écrasez l’infâme!” A los (siempre) nuevos e incongruentes clérigos de la transitología.

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3. ¿Camino a la democracia?

Sobre la democracia, y concretamente sobre las milagrosas cualidades asignadas a los gobiernos electos por mayorías aritméticas de votantes que optan entre partidos enfrentados se vierten hoy más tonterías y disparates sin sentido en el discurso público occidental que sobre cualquier otra palabra o concepto político»

Eric Hobsbawm, Guerra y Paz en el siglo XXI.

Se dice que el 68 fue el inicio del largo camino hacia la democracia. Y volvemos a la historia de los partos dolorosos (“México surgió de la herida que dejó el choque de dos mundos”). Cronos-Estado devora a sus hijos. ¡Santo señor del Perogrullo! ¿Es eso posible? Pero hay una virgen que nos redimirá, liberándonos de la ira del padre autoritario. Sólo que, como toda virgen, es inalcanzable.

La democracia es un vaso vacío al que hay que llenar de significantes. Por ello hasta un acto sangriento puede ser un hecho histórico en este valle de lágrimas hacia Ella (así con mayúsculas para que se vea el respeto). No importa si muchos de los representantes del movimiento eran trostkistas, marxistas o anarquistas, lo importante es que aunque ellos no lo supieran, su sacrificio no fue en balde.

La democracia «[…] es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando», dijo Churchill y encendió un puro. Pero entonces… la democracia es por lo que no es (una tiranía). Quizá por eso entró en crisis justo después de su triunfo sobre el socialismo real. Por su justificación basada en una doble negación es la ideología perfecta, porque en apariencia no lo es –como el dinero es el fetiche perfecto–. Por ello al que diga que la democracia es imperfecta, se le acusaría de dictador. Pero es verdad: el gobierno no siempre representa al pueblo. Se me dirá que ahí está la democracia participativa (que al final exime al Estado de sus obligaciones). Pero si el Estado no puede garantizar los derechos humanos de sus ciudadanos, ¿para qué sirve? ¿Qué acaso no nos dimos cuenta de que la sociedad civil creció a la sombra del neoliberalismo? La mal llamada “crisis de representatividad” no era otra cosa que la crisis de la propia democracia… ¿Y cómo salimos de esta ratonera? Con más democracia.

Pócima

A V.Z.
Sal,
Especias,
Un diente de ajo,
Azúcar de mascabado:
Triste es no saber que amor con sazón se paga

Silencio I

[José G. S. García]

A SCAH

Seguirán nuestros sueños habitando horizontes,
Aunque al amanecer, nunca más consintiera
Nuestros frutos prohibidos, nuestras aspiraciones,
Tristemente deseadas en la noche postrera

Al encuentro frugal, tanto tiempo esperado,
Como fatalidad, como quien agoniza;
Añorando otros tiempos, mientras yace postrado,
Silenciado, esperando convertirse en ceniza.

Si embriagado de amor no eché estrofas al viento
Ahora herido de muerte he compuesto este canto,
No como el despechado cuyo verso hambriento
Dudará que el romance «haya sido pa’ tanto»

Recordad, por favor, a ese joven confuso [que]
Aún tiempo después estas líneas compuso.

Silencio III

[José G. Sánchez García]

Luna Cálida,
Cuarto menguante,
la noche aún espera escuchar tu voz.

Luna Pálida,
Aglutinante,
mi cuerpo aún pide que seamos dos.

La noche me aterra,
la soledad me enferma
e imploro tu presencia desasosegadamente.

Luna Guerrillera,
pegas, golpeas,
corres y te agazapas en mi mente.

Espero que mi alma
sobreviva al alba
de tu desnudez.

Luna Pálida,
cuarto menguante,
descansa después.

En la habitación límpida
de tu alma ávida
de luz ulterior.

A la acción ingrávida
que esperas plácida
tras la rebelión.

Luna Cálida,
cuarto menguante:
La noche aún espera escuchar tu voz.

Heterodoxias Guadalupanas

El culto a María de Guadalupe del Tepeyac y la construcción de un mito.

«Si me engaño, habré excitado la desidia de mis paisanos para que probándomelo, aclaren mejor la verdad de esta historia que no cesan de criticar los desafectos.» Servando Teresa de Mier, Sermón de 1794.

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Acto 1: Del Púlpito al curul.

Esa mañana del 12 de diciembre de 1794, el fraile predicador Servando Teresa de Mier, cuyo futuro era esperanzador en lo que a sermones se trataba, estaba seguro que renovaría el culto guadalupano con un descubrimiento revelador: los documentos y la información pertinente que ayudarían a confirmar que Santo Tomás había evangelizado estas tierras americanas y que revelaban una nueva interpretación de la historia del símbolo más importante en esta Nueva España: La Virgen de Guadalupe.
Aunque un año antes ya había predicado un sermón sobre la virgen morena, y el mes anterior había hablado de Cortés en el púlpito, esta ocasión era mucho más especial para él puesto que estaba ante toda la élite en el poder en ese entonces: el virrey Branciforte, el obispo Alonso Nuñez de Haro, la colegiata de Guadalupe, encargados de preservar el culto de la virgen del Tepeyac; y toda la corte novohispana, además de un número considerable de vecinos sin ningún privilegio que, sin embargo, iban a escuchar la misa en aquel día tan especial.
El joven predicador preparaba en esta ocasión un tema muy conocido en los círculos intelectuales, pero poco o nada mencionado entre los círculos de poder: la creencia de que Santo Tomás había venido a evangelizar estas tierras en tiempos bíblicos.
Según sus fuentes –una serie de manuscritos y burdas traducciones del náhuatl hechas por un tal Licenciado Borunda– “la imagen de Nuestra Señora [de Guadalupe] no está pintada en la tilma de Juan Diego, sino en la capa de Santo Tomás, apóstol de este reino.” Que para él era ni más ni menos que Quetzalcóatl, cuyo cognomen [cóatl] significa serpiente, pero según su traducción también puede entenderse como gemelo, –de ahí el término cuate– que era justamente el apodo que recibía el apóstol, según el predicador.

“Mil setecientos cincuenta años antes del presente [1794, o sea 44 d. de C.], la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe ya era muy célebre y adorada por los indios ya cristianos, en la cima plana de esta sierra de Tenayuca donde la erigió templo y colocó Santo Tomás.”

Cuando los indios renegaron de su fe y dejaron de adorarla trataron de destruirla pero no pudieron ya que Santo Tomás la ocultó y así permaneció hasta que la descubriera Juan Diego a petición de la propia Virgen.
Incluso ella misma fue quien se retrató en la capa del santo, lo que hace de esta imagen un auténtico retrato de María en una época en la que ya se criticaba la legitimidad de algunas de estas representaciones, pues servían a la idolatría, cuando sólo se podía adorar a Dios.
Además de las supuestas fuentes antes mencionadas (los manuscritos y el idioma), el dominico contaba con una prueba palpable y fehaciente de la evangelización primigenia: las piedras recién descubiertas por Antonio de León y Gama en el centro de la ciudad de México y que representaban a la Coatlicue y al llamado comúnmente Calendario Azteca; que al parecer de Servando eran algún tipo de retratos de la virgen y de Jesucristo, respectivamente. Basándose en pésimas traducciones del náhuatl, fray Servando relaciona de manera muy barroca, al puro estilo de Sigüenza y Góngora y de los jesuitas de mediados de su siglo, los rituales precoloniales con la época de la iglesia primitiva.DSC03939

Por ejemplo, Coatlicue es la madre de Huitzilopochtli, y su nombre significa, según Servando “el vestido de la mujer [que] es la capa del gemelo,” con lo que ajusta ambos mitos a la traducción. Si entendemos que para el fraile Huitzilopochtli significa “el señor de la espina en el costado”, podremos convencernos, –o al menos celebrarle ese barroco ardid intelectual– de que Coatlicue es María, y los sentzohuisnahuac [los 400 hermanos] eran en realidad sacerdotes ordenados por Tomás. Y con todos los nombres en náhuatl con los que se referían a la imagen de la virgen del Tepeyac trata de explicar, para que nos quede bien claro, la relación de Tonanzin –o Teonanzin, madre de los dioses, o en este caso, de Dios– con la virgen: Guadalupe, o según él tequalaloupe, –“la que tuvo origen debajo de la cumbre”–, o bien hueitlama[h]uisoltica, que significa “la espina del médico grande”, o sea la capa del hilo de maguey de Santo Tomás. Vemos, entonces, cómo todas estas interpretaciones son puestas con calzador sobre la retórica del discurso religioso.
Otro argumento que utiliza es afirmar la supuesta intención de destruir la tilma lo cual trata de mostrar con los propios relatos mexicas sobre el desollamiento de la hija del señor de Culhuacán. El sacrificio humano llegó con la apostasía y la partida de Tomás, engañado por un demonio. La historia del sacrificio a Xipe Tótec, quiere referir en realidad –para la realidad de fray Servando– la intención de los bárbaros de deshacerse de la imagen de Guadalupe, y de nuevo mostrándose como un magnífico nahuatlato nos corrige los grandes errores que hemos cometido respecto a ese mito. Así que Tetehuinan de Culhuacán, –la doncella desollada a Xipe Tótec– es la virgen del padre de Culhuacán, es la doncella de santo Tomás.
Para concluir con tan eminente y erudito sermón, nos dice que el símbolo de Quetzalcóatl –las cruces en los árboles– es otro ejemplo de que Tomás trató de evangelizar estas tierras, pero al ver sus intentos frustrados, ocultó todas las imágenes que pudieran blasfemar los indios.
Por último menciona que todas las reliquias encontradas en los primeros años de la conquista –la virgen de Los Remedios, el Señor de Chalma– también son de la época de la gentilidad. Concluye pidiendo a la virgen su intercesión contra la reciente ola de Terror en Francia, colindante con la Madre Patria.
Actualmente toda esta argumentación sería motivo de mofa, punto central de una novela gráfica sobre las aventuras del fraile o hasta víctima de la peor de las censuras: la de los lectores, pues no pasaría de ser una interpretación más del origen de la tilma de Juan Diego. Pero en el contexto de la Revolución Francesa y de la Independencia de las Trece Colonias de Inglaterra en América, aquel presuntuoso discurso no venía mucho al caso que digamos.AlonsoNuñez
El entonces arzobispo de México, Alonso Núñez de Haro y Peralta no sólo censuró el sermón, sino que siguió un proceso de persecución contra aquel petulante orador al que él mismo había ordenado. ¿Por qué?
Aquel sermón de 1794 no hacía más que descalificar el argumento central con el que se legitimó la conquista: la evangelización de los indios; pues afirmaba que éstos ya eran cristianos antes de la llegada de los españoles, y aunque se podría impugnar tal afirmación con el argumento de que éstos habían perdido su fe en el Dios cristiano, esa serie de fútiles explicaciones no eran de importancia ante un proceso como el que le esperaba a fray Servando.Hidalgo
Este sermón tuvo consecuencias que sólo Núñez de Haro lograba vislumbrar: el inicio de una disgregación criolla. Como mejor lo dice el biógrafo de Servando, “El arzobispo percibió [en el sermón de Mier] la amenaza de la independencia y advirtió que la configuración histórica era desfavorable para España. El 15 de septiembre de 1810 el cura Hidalgo le dio la razón en el pueblo de Dolores.”
De ahí que resulte necesario resumir la homilía polémica, no tanto como un mero chisme histórico, si no como el primer análisis, –arcaico, cierto pero– “critico” sobre la aparición de la virgen en el Tepeyac en 1531

Para conocer más:

El discurso de Fray Servando Teresa de Mier está reproducido íntegramente en una antología publicada por Cal y Arena.

La editorial Ayacucho publicó las memorias de Fray Servando, donde se puede encontrar una explicación que da éste a su discurso.

La mejor biografía, hasta hoy, de Teresa de Mier, y de donde tomé la última cita, es de Christopher Domínguez Michael y está publicada por ERA.

Hay un libro magnífico, escrito por Edmundo O’Gorman, que indaga en el mito guadalupano. Es ampliamente recomendable para ateos, agnósticos y religiosos.

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